El origen del café

Se desconoce la fecha exacta en la que se descubrió el café, aunque algunos eruditos sitúan su origen en Etiopía. Más concretamente en la Península Arábiga, en las proximidades del Mar Rojo, hacia el año 575 d.C. lugar en el que actualmente aún crece de forma silvestre. No obstante, su cultivo fue esporádico hasta los siglos XV y XVI., cuando se establecieron extensas plantaciones en la región árabe del Yemen (Península Arábiga).

Los Árabes fueron los primeros en descubrir las virtudes y las posibilidades tanto económicas como sociales del café, y supieron guardar como un gran secreto el proceso de cultivo y la elaboración del mismo. 

La difusión del café por la Península Arábiga primero y por otras regiones del mundo a continuación, no fue tarea fácil. Los árabes pusieron todos los impedimentos posibles para que el café no saliese de la Península Arábiga. Incluso las semillas (granos de café) cuyo destino era la exportación, eran tostadas o sometidas a un baño en agua caliente. Todo con el objetivo de eliminar su capacidad germinativa. El control era tan estricto que los extranjeros tenían prohibido visitar las plantaciones. Aunque según cuenta la leyenda, un peregrino hindú, en su camino hacia la Meca, logró sustraer bajo sus ropas -sin ser detectado- siete semillas capaces de germinar. Y estas las sembró alrededor de su casa en las montañas de MYSORE, India. Esto sucedió alrededor del año 1.600, lo que indica que los árabes tuvieron el control del mercado del café durante unos 100 años.

 

 

La expansión del café por Europa tras su origen

De la misma forma, el primer café que llegó a Europa fue sustraído por un comerciante holandés en 1.616. Aunque no fue hasta 1.645 cuando el café empezó a ser la bebida favorita en Europa. Finalmente llegó a Italia en dicho año, gracias a un comerciante veneciano. Posteriormente, cinco años más tarde llegó a Inglaterra. Hasta que finalmente se extendió por el resto de Europa.

A principios del siglo XVIII los franceses lograron llevar un esqueje vivo de cafeto a la isla Martinica. Cincuenta años después, y gracias al amor puesto en aquella única planta de café que logró sobrevivir al viaje desde Europa, esta se había multiplicado a más de dieciocho millones, solo en la isla Martinica. Posteriormente, a lo largo del siglo XVIII el cafeto continuó con la colonización del Nuevo Mundo.

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